CUANTOS PORTAZOS

Si tengo que pensar cuantas veces se me ha cerrado alguna puerta, o cuantas veces he sido yo quien ha dado el portazo no soy capaz de contarlas….
El tiempo, la gente, la alegría y la tristeza han pasado por mi vida cientos de veces, he dado muchas vueltas, y cada una de esas vueltas estoy segura que tenía una razón de ser. Cada una de esas vueltas me ha llevado a una nueva puerta.
Y quizá por eso lo que antes para mí era un portazo, ahora simplemente es una nueva etapa en mi vida, una nueva puerta que abro despacio, con tiento y con ilusión, y que siempre intento dejar entreabierta con el miedo de que quizá el viento o alguien descuidado pueda cerrarla sin querer…

lunes, 29 de octubre de 2007

NOVIEMBRE 2004 - MALDIVAS

El viaje comienza con una mala noticia: alguien muy especial para mí tiene que cancelar su plaza a última hora. Mi primer viaje de buceo, con un montón de amigos pero sin la persona que me había ilusionado a mi lado.
Son un montón de horas de avión y esperas en diferentes aeropuertos hasta llegar a nuestro destino: Male.
Allí nos espera el dhoni que será nuestro barco escoba durante todo el viaje.
Nos acomodamos en nuestra nueva casa durante los próximos diez días, el Adventurer, un típico dhoni maldivo de madera acondicionado para alojar a doce buceadores.
La tripulación nos recibe muy cortésmente y en seguida empezamos a darnos cuenta de lo bien que nos van a tratar.
Dos enormes racimos de plátanos colgados en la cubierta estarán a disposición de nuestro apetito durante todo el viaje.
Nuestro guía nos hace una introducción de lo que serán las inmersiones y de cómo se vive a bordo del barco, todo parece perfecto.
Las inmersiones por los atolones Male Norte y Ari Atoll son diferentes a las que he hecho hasta ahora, nada más llegar al punto de buceo nos tiramos todos al tiempo al agua con el chaleco deshinchado para que la corriente no nos arrastre en superficie, y comenzamos el descenso.
La primera impresión es que es todo muy gris, qué desilusión. Esperaba ver muchos peces de colores y muchos corales, pero es todo gris y azul. De pronto algo se mueve debajo de mí, un tiburón!!! Y de pronto todo lo que hay bajo el agua cambia, hay colores, hay luz, era justo lo que yo había imaginado.
En las más de veinte inmersiones que hicimos allí vimos de todo: tiburones puntas blancas, tiburones grises, tiburones tigre, tortugas, napoleones, peces murciélago, mantas diablo, rayas, peces ballesta… y un sinfín de peces de colores, además de los fantásticos barcos hundidos que tanto me apasionan.
Lo que más me emocionó fueron las mantas diablo, tanto tiempo deseando ver una… cuando las vi aparecer no pude evitar llorar de la emoción, fue alucinante
Cada inmersión era espectacular, no quería perderme ninguna. Y encima tenía un compañero de lujo equipado con una magnífica cámara de fotos para inmortalizar cada encuentro bajo el agua.
Aún nos quedaba otra ilusión: ver un tiburón ballena. Y nuestro guía se lo tomo tan a pecho que se subió a la cubierta superior y desde allí le indicaba al capitán el rumbo que debía seguir buscando el tiburón ballena, y finalmente lo encontró! Todos nos apresuramos a ponernos gafas y aletas y echarnos al agua para poder ver esa maravilla de la naturaleza más de cerca. Y la verdad es que casi no pudimos verlo, era una cría de unos cuatro metros que huía asustada de todos nosotros.
Al subir al barco un cortejo de delfines quiso acompañarnos.
Los días transcurren a base de inmersiones, comida y sueño. El cocinero se afanaba en agradarnos con suculentos platos típicos del lugar pero adaptados a nuestros sofisticados paladares occidentales: arroz con todo tipo de acompañamiento, picantes carnes y pescados, exquisitos postres.
Hacemos escala en una isla para hacer las típicas compras de regalos para los que no han tenido la suerte de acompañarnos en este viaje y disfrutar de unas “deliciosas” coca-colas maldivas con sabor a vainilla, extraña mezcla…
Después de tantas inmersiones debemos hacer un descanso antes de volar de vuelta a casa, y nuestro guía nos prepara una visita a una isla particular de un amigo suyo.
La isla se puede recorrer en unos cinco minutos, pero es como estar en el paraíso. Unas playas de arena blanca con agua cristalina en sus orillas y con el arrecife que cae hasta el infinito del fondo del mar a tan solo unas brazadas.
Un grupo de delfines que se ve nadando cerca de la isla y que casi puedes alcanzar con unas cuantas aletadas.
Y lo más alucinante, un acuario natural en la isla donde podemos bañarnos con tortugas, tiburones, rayas, y todos se dejan tocar, una experiencia inolvidable.
La última noche toda la tripulación nos sorprende con una fiesta maldiva a bordo que además coincide con el final del Ramadán musulmán. El capitán y sus tripulantes ataviados con el típico pareo maldivo y todo adornado con flores. Música a base de percusiones y cantos, bailes y una suculenta cena a base de manjares de Maldivas.
Al final todos acabamos en el agua.
Y al día siguiente el interminable regreso a Madrid, con el cansancio acumulado de diez intensos días de inmersiones inolvidables, y la retina grabada con imágenes que nunca olvidaré.

27/10/2007 PARQUE NATURAL TEJERA NEGRA

Todo comienza en la estación de Atocha.
Tenemos el gusto de ir a buscar a Chipo y Carmen, dos murcianicos maravillosos con los que nos hemos propuesto pasar todo el fin de semana. La bienvenida en la estación es muy comedida (si supierais lo que os habíamos preparado....) unos besos y traslado a casa de la gran anfitriona Marina, base de operaciones de todo el fin de semana y lugar de alojamiento para nuestros invitados. Una deliciosa cena, cuya preparación en la cocina era ya una auténtica reunión y muchas risas, mucho vino, muchas anécdotas, muchos cotilleos y mucha comida rica: volovanes de bechamel con gambas, canapés de Escarpín, exquisita merluza en papillote y de postre una tarta de yema y chocolate. Nos retiramos prontito porque hay que madrugar para ir a nuestro siguiente destino: Tejera Negra.
A las 7 de la mañana suena el despertador, mi mente aún está dispersa intentando averiguar si me levanto para ir a trabajar, qué raro... A los 8 Ayla y yo recogemos a Carlos en su casa y nos dirigimos a nuestra base de operaciones, allí Chipo, Carmen, Escarpín y Marina dan cuenta de un suculento desayuno, al que afortunadamente llego a tiempo (es que no me había dado tiempo a desayunar en casa) Acto seguido ponemos rumbo a Tejera Negra.
Pierdo a Marina por el camino, ella va delante pero me cuesta seguirla, la hija del viento la llaman. Mi coche decide ir por la A2, mientras que el de Marina opina que mejor es la A1. Carlos, Ayla y yo disfrutamos de una ruta preciosa, adentrándonos en Guadalajara, siguiendo unos caminos de ensueño rodeados de frondosos árboles a punto de perder sus amarillentas hojas. Un par de cervatillos cruzan la carretera a nuestro paso, para mí esto es un presagio del buen día que nos queda por delante.
Llegamos a la barrera del parque natural los primeros. Esperamos allí al resto del grupo, que se habían parado en Ayllón a desayunar. Al rato aparecen los coches de Marina y de Rafa. Saludos a los recién incorporados Rafa y Julien, y bienvenida a David, un nuevo aventurero. Ya solo faltan Javi y Silvia, ¿cómo tardan no??? Mientras esperamos la tecnología hace de las suyas, no hay cobertura y no sabemos cuánto van a tardar. A riesgo de perder nuestras plazas reservadas en el aparcamiento decidimos entrar al parque, con la certeza de que Javi y Silvia nos encontrarán más tarde.
Cuando empezamos la ruta eso parece una romería, qué de gente!!!! Abuelos, niños y madres, padres y perros, como la Gran Vía un sábado por la tarde. Aún así, el paisaje es tan bonito que nos hace olvidar la gente que nos rodea. Vamos siguiendo la senda a ratos por un valle, a ratos rodeados de árboles. Ayla decide chapotear en el agua del riachuelo. Y todos vamos animados hablando y disfrutando del paisaje. Después de una enorme subida, en la que mis piernas me decían basta, llegamos a una explanada con unas vistas preciosas y decidimos comer allí. Los filetitos de pollo de Marina son vitoreados por las hambrientas bocas que se disponen a degustarlos, además nuestros particulares gourmets Julien y Rafa nos deleitan con un delicioso queso, además de un chorizo hecho por la tía-abuela de David que está de muerte. Y de postre chocolate, dátiles, ciruelas, y un montón de cosas más... No, si está visto que lo de ir a la montaña es sólo una excusa para ponernos ciegos a comer.
Aquí es cuando Javi y Silvia nos alcanzan, no veas si andan rápido porque han subido andando desde la barrera y nos han alcanzado!!! alargamos la parada para que puedan comer y después reanudamos la marcha. Tenemos la intención de llegar al bosque de tejos, pero el camino es tan espectacular que los fotógrafos del grupo quedan rezagados y el grupo se dispersa. El primer batallón decide subir al pico y el otro baja al bosque de Tejos. La subida al pico ya se me hace durilla, que si, que ya lo sé, que estoy en baja forma... Ayla no para de tirar de la correa y me lleva casi arrastrando, la tita Marina sale en mi ayuda y se hace cargo de Ayla, ahora la que es arrastrada es Marina :-) Una vez en el pico nos tumbamos al sol a descansar, qué gustito!, y mientras Escarpín contándonos batallitas de los celos que produce en los novios de sus amigas... ays...
Ya sólo nos queda bajar al aparcamiento, y decidimos hacerlo campo a través. Rafa al verse rodeado de tanto árbol no cesa en su empeño de encontrar algún otro boletus que haga compañía al que ya había encontrado gracias al olfato de Julien, madre mía! es increible! dice: aquí huele a boletus! y efectivamente había un boletus... por cierto ¿ya habéis confirmado que es un boletus? ¿estaba rico? Una vez en el aparcamiento parte del grupo decide seguir a pie hasta la barrera, Escarpín, Ayla y yo nos quedamos esperando al segundo batallón compuesto por los tres intrépidos fotógrafos: Carmen, Chipo y Carlos. Ya se hace de noche cuando damos por terminada la excursión.
Decidimos reunirnos en un bar en Majaelrayo donde degustamos una sabrosa panceta y choricitos, que ricooo! Y ya vuelta a casa, a descansar, que el día ha sido muy intenso.
A las 10 de la mañana del domingo me despierta una llamada de Marina: que vamos a buscarte. Nos vamos al Círculo de Bellas Artes a ver una exposición sobre la evolución de las técnicas de fotografía en el siglo XX, muy interesante. Escarpín aprovechó la ocasión para ligar con una pobre chica... después una caminata por el centro de Madrid, recorriendo un montón de calles y plazas que me hacen descubrir de nuevo Madrid y me afianzan en mi decisión de quedarme a vivir en Madrid, acabamos en la Cava Baja, donde degustamos los mejores huevos con patatas y chistorra que habíamos comido en mucho tiempo. Todo esto en una acogedora mesita al fondo del local rodeados de botellas de vino, muy bucólico el ambiente. Ya con un estado de embriaguez bastante avanzado abandonamos el local para dirigirnos a la estación de Atocha, punto donde había comenzado este maratoniano fin de semana y donde debíamos despedirnos con gran pesar de nuestros murcianicos.
Este fin de semana lo guardo como algo memorable, muchas gracias a todos por vuestra compañía.