CUANTOS PORTAZOS

Si tengo que pensar cuantas veces se me ha cerrado alguna puerta, o cuantas veces he sido yo quien ha dado el portazo no soy capaz de contarlas….
El tiempo, la gente, la alegría y la tristeza han pasado por mi vida cientos de veces, he dado muchas vueltas, y cada una de esas vueltas estoy segura que tenía una razón de ser. Cada una de esas vueltas me ha llevado a una nueva puerta.
Y quizá por eso lo que antes para mí era un portazo, ahora simplemente es una nueva etapa en mi vida, una nueva puerta que abro despacio, con tiento y con ilusión, y que siempre intento dejar entreabierta con el miedo de que quizá el viento o alguien descuidado pueda cerrarla sin querer…

lunes, 29 de octubre de 2007

27/10/2007 PARQUE NATURAL TEJERA NEGRA

Todo comienza en la estación de Atocha.
Tenemos el gusto de ir a buscar a Chipo y Carmen, dos murcianicos maravillosos con los que nos hemos propuesto pasar todo el fin de semana. La bienvenida en la estación es muy comedida (si supierais lo que os habíamos preparado....) unos besos y traslado a casa de la gran anfitriona Marina, base de operaciones de todo el fin de semana y lugar de alojamiento para nuestros invitados. Una deliciosa cena, cuya preparación en la cocina era ya una auténtica reunión y muchas risas, mucho vino, muchas anécdotas, muchos cotilleos y mucha comida rica: volovanes de bechamel con gambas, canapés de Escarpín, exquisita merluza en papillote y de postre una tarta de yema y chocolate. Nos retiramos prontito porque hay que madrugar para ir a nuestro siguiente destino: Tejera Negra.
A las 7 de la mañana suena el despertador, mi mente aún está dispersa intentando averiguar si me levanto para ir a trabajar, qué raro... A los 8 Ayla y yo recogemos a Carlos en su casa y nos dirigimos a nuestra base de operaciones, allí Chipo, Carmen, Escarpín y Marina dan cuenta de un suculento desayuno, al que afortunadamente llego a tiempo (es que no me había dado tiempo a desayunar en casa) Acto seguido ponemos rumbo a Tejera Negra.
Pierdo a Marina por el camino, ella va delante pero me cuesta seguirla, la hija del viento la llaman. Mi coche decide ir por la A2, mientras que el de Marina opina que mejor es la A1. Carlos, Ayla y yo disfrutamos de una ruta preciosa, adentrándonos en Guadalajara, siguiendo unos caminos de ensueño rodeados de frondosos árboles a punto de perder sus amarillentas hojas. Un par de cervatillos cruzan la carretera a nuestro paso, para mí esto es un presagio del buen día que nos queda por delante.
Llegamos a la barrera del parque natural los primeros. Esperamos allí al resto del grupo, que se habían parado en Ayllón a desayunar. Al rato aparecen los coches de Marina y de Rafa. Saludos a los recién incorporados Rafa y Julien, y bienvenida a David, un nuevo aventurero. Ya solo faltan Javi y Silvia, ¿cómo tardan no??? Mientras esperamos la tecnología hace de las suyas, no hay cobertura y no sabemos cuánto van a tardar. A riesgo de perder nuestras plazas reservadas en el aparcamiento decidimos entrar al parque, con la certeza de que Javi y Silvia nos encontrarán más tarde.
Cuando empezamos la ruta eso parece una romería, qué de gente!!!! Abuelos, niños y madres, padres y perros, como la Gran Vía un sábado por la tarde. Aún así, el paisaje es tan bonito que nos hace olvidar la gente que nos rodea. Vamos siguiendo la senda a ratos por un valle, a ratos rodeados de árboles. Ayla decide chapotear en el agua del riachuelo. Y todos vamos animados hablando y disfrutando del paisaje. Después de una enorme subida, en la que mis piernas me decían basta, llegamos a una explanada con unas vistas preciosas y decidimos comer allí. Los filetitos de pollo de Marina son vitoreados por las hambrientas bocas que se disponen a degustarlos, además nuestros particulares gourmets Julien y Rafa nos deleitan con un delicioso queso, además de un chorizo hecho por la tía-abuela de David que está de muerte. Y de postre chocolate, dátiles, ciruelas, y un montón de cosas más... No, si está visto que lo de ir a la montaña es sólo una excusa para ponernos ciegos a comer.
Aquí es cuando Javi y Silvia nos alcanzan, no veas si andan rápido porque han subido andando desde la barrera y nos han alcanzado!!! alargamos la parada para que puedan comer y después reanudamos la marcha. Tenemos la intención de llegar al bosque de tejos, pero el camino es tan espectacular que los fotógrafos del grupo quedan rezagados y el grupo se dispersa. El primer batallón decide subir al pico y el otro baja al bosque de Tejos. La subida al pico ya se me hace durilla, que si, que ya lo sé, que estoy en baja forma... Ayla no para de tirar de la correa y me lleva casi arrastrando, la tita Marina sale en mi ayuda y se hace cargo de Ayla, ahora la que es arrastrada es Marina :-) Una vez en el pico nos tumbamos al sol a descansar, qué gustito!, y mientras Escarpín contándonos batallitas de los celos que produce en los novios de sus amigas... ays...
Ya sólo nos queda bajar al aparcamiento, y decidimos hacerlo campo a través. Rafa al verse rodeado de tanto árbol no cesa en su empeño de encontrar algún otro boletus que haga compañía al que ya había encontrado gracias al olfato de Julien, madre mía! es increible! dice: aquí huele a boletus! y efectivamente había un boletus... por cierto ¿ya habéis confirmado que es un boletus? ¿estaba rico? Una vez en el aparcamiento parte del grupo decide seguir a pie hasta la barrera, Escarpín, Ayla y yo nos quedamos esperando al segundo batallón compuesto por los tres intrépidos fotógrafos: Carmen, Chipo y Carlos. Ya se hace de noche cuando damos por terminada la excursión.
Decidimos reunirnos en un bar en Majaelrayo donde degustamos una sabrosa panceta y choricitos, que ricooo! Y ya vuelta a casa, a descansar, que el día ha sido muy intenso.
A las 10 de la mañana del domingo me despierta una llamada de Marina: que vamos a buscarte. Nos vamos al Círculo de Bellas Artes a ver una exposición sobre la evolución de las técnicas de fotografía en el siglo XX, muy interesante. Escarpín aprovechó la ocasión para ligar con una pobre chica... después una caminata por el centro de Madrid, recorriendo un montón de calles y plazas que me hacen descubrir de nuevo Madrid y me afianzan en mi decisión de quedarme a vivir en Madrid, acabamos en la Cava Baja, donde degustamos los mejores huevos con patatas y chistorra que habíamos comido en mucho tiempo. Todo esto en una acogedora mesita al fondo del local rodeados de botellas de vino, muy bucólico el ambiente. Ya con un estado de embriaguez bastante avanzado abandonamos el local para dirigirnos a la estación de Atocha, punto donde había comenzado este maratoniano fin de semana y donde debíamos despedirnos con gran pesar de nuestros murcianicos.
Este fin de semana lo guardo como algo memorable, muchas gracias a todos por vuestra compañía.

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