CUANTOS PORTAZOS

Si tengo que pensar cuantas veces se me ha cerrado alguna puerta, o cuantas veces he sido yo quien ha dado el portazo no soy capaz de contarlas….
El tiempo, la gente, la alegría y la tristeza han pasado por mi vida cientos de veces, he dado muchas vueltas, y cada una de esas vueltas estoy segura que tenía una razón de ser. Cada una de esas vueltas me ha llevado a una nueva puerta.
Y quizá por eso lo que antes para mí era un portazo, ahora simplemente es una nueva etapa en mi vida, una nueva puerta que abro despacio, con tiento y con ilusión, y que siempre intento dejar entreabierta con el miedo de que quizá el viento o alguien descuidado pueda cerrarla sin querer…

lunes, 5 de noviembre de 2007

31/10/2007 - 04/11/2007 - PORTUGAL

¿Y por qué no alquilamos una autocaravana?
La idea se me ocurrió de repente y al final fue una realidad, cinco personas y un perro viajando en autocaravana por Portugal. Una experiencia inolvidable.
El viaje empieza en Colmenar, hemos decidido reunirnos en casa de Escarpín para iniciar el viaje, ya que es él quien recoge la caravana por la mañana. A las 21:00 del miércoles nos vemos todos allí ¡qué tarde!!!
Empieza un desfile de trastos para complementar la caravana: bolsas y bolsas de comida que Marina con muy buena vista se encargó de comprar. Sartenes, cacerolas cubiertos, platos y vasos. Edredones, sacos de dormir… ¿pero seguro que entramos todos????
Cuando terminamos de colocar todo nos metemos dentro y empezamos el viaje.
Decidimos comprar unos sándwiches en una gasolinera para avanzar algo, ya que a las 23:00 a penas acabábamos de abandonar la Comunidad de Madrid.
El sueño empieza a hacer mella y decidimos turnarnos para dormir.
A las 5 de la madrugada la caravana se detiene en un pueblecito de Portugal, no sabemos donde estamos pero es hora de descansar un rato.
Cuando nos despertamos damos cuenta de un suculento desayuno y luego una vuelta por el pueblecito al que hemos llegado. Nada nos hacía sospechar que estuviésemos en un sitio tan precioso como Marvao.
Sus empinadas y estrechas calles rodeadas de casitas blancas y un aire antiguo y romántico que envolvía todo nos hace quedarnos maravillados del lugar. Pero cuando llegamos al castillo-fortaleza ya el grado de asombro es enorme, que bonito!!! No nos cobran nada por entrar y está todo muy bien cuidado. Que vistas tan preciosas del pueblo y los alrededores… Un lugar mágico.
Continuamos el viaje rumbo a la costa, ya que ese era nuestro propósito: bordear la cosa portuguesa y gallega hasta llegar a Finisterre.
A la hora de comer paramos en un campo junto a la carretera para que Ayla pueda correr y nos preparamos unas riquísimas hamburguesas. Y rápidamente proseguimos el viaje, la playa nos espera.
Llegamos a Peniche, vemos atardecer desde el puerto, todo un espectáculo visual al que Carlos dedicó muchas fotos. Paseamos por la zona más marchosa (por decir algo, ya que en todos los sitios que hemos estado a penas había gente por la calle) y decidimos tomarnos unas gambas en algún bar. Como vamos con Ayla elegimos uno con terraza y nos sentamos. Pedimos unas gambas y cervezas con limón. En todos los sitios donde hemos estado no conocen la cerveza con limón y no tienen refrescos de limón con gas, qué raro… Después de una larga espera nos traen nuestras gambas, son una especie de langostino enorme, allí se conocen como camaraos, y lo cierto es que están de muerte.
La siguiente escala la hacemos en Óbidos. Una ciudad pequeñita y amurallada con un encanto especial. Lo visitamos de noche y nos parece perfecto. Decidimos entrar en un bar en busca de una sopa caliente, ya que la noche es fresca. Pero el bar que más nos ha gustado por su decoración y su encanto no es más que una taberna donde tomar unos vinos, así que nos tomamos una dulcísima copa de Oporto y los más valientes lo acompañaron de un vasito de chocolate lleno otra vez de Oporto. Una curiosa manera de degustar el vino, ya que tras beberlo te comes el vaso.
Después a la caravana, ponemos rumbo a la playa hasta llegar a Peniche donde decidimos por fin pasar la noche. Como al final no encontramos la sopa nos hacemos un plato de pasta que nos sienta muy bien y a dormir que es muyyy tarde.
Por la mañana despertamos y la belleza de la playa nos sorprende, que playa más grande!!!! Qué de arena!!! Qué limpia!!! Todo virgen, sin construcciones cerca, sin bares en la orilla del mar… Ayla disfruta como una enana corriendo por toda la playa y metiendo sus patitas en el mar, y los demás nos quedamos impresionados de la belleza del lugar. Pero, aunque esto no lo sabemos todavía, esta es sólo una de las muchas y bellísimas playas que componen el litoral portugués.
Tras nuestro ya tradicional megadesayuno ponemos rumbo al norte hasta llegar a Alcobaça, donde la guía de Lonely Planet nos aconseja visitar el monasterio.
Antes de entrar al monasterio entramos en un supermercado a reabastecernos, aunque realmente no hacía falta nada más que una escoba con la que limpiar la caravana, nos las apañamos para gastarnos 50 euros en comida… si es que…
Dejamos a Ayla en la caravana y entramos al monasterio, muy bonito su claustro y muy grande en su conjunto, pero después de visitar dos pueblos tan bonitos como Marvao y Óbidos la visita nos sabe a poco.
Vamos a la caravana con intención de buscar un sitio para comer y finalmente llegamos a Nazaré, y aparcamos en un acantilado desde el que contemplamos un paisaje de ensueño, enormes playas de infinitas arenas a la izquierda y otra bellísima playa a la derecha, esta última totalmente virgen. Un anciano francés medio afincado en el pueblo me contó que esa playa es muy peligrosa porque hay muchas corrientes y remolinos que arrastran a los bañistas hacía la inmensidad del océano, y por eso siempre está vacía. Un lugar de ensueño. Sergio, Marina y Escarpín se hicieron fotos en un altísimo peñasco colgado en el vacío al que yo fui incapaz de llegar por mi vértigo.
Hora de comer nuestro menú de caravana: pasta con pollo y salsa de nata, muy rico!
Emprendemos viaje de nuevo rumbo al norte y decidimos llegar a Coimbra. Llegamos ya anocheciendo y buscamos un aparcamiento a las afueras para no movernos con la caravana, tan grande, por la ciudad, pero se queda sólo en un intento ya que el GPS (alias señorita Rotelmeyer) decide meternos por una calle estrecha y allí la caravana se roza con un coche aparcado. Las gentes del lugar, poco acostumbradas al tránsito de público por esa residencial calle enseguida salen de sus casas a ver qué ha pasado, y la dueña del coche rehusa hacer el parte amistoso que nos disponíamos a rellenar por lo que llaman a la policía y perdemos unas dos horas en los trámites.
Una vez resuelto el asunto decidimos alejarnos de Coimbra y no volver a entrar en ninguna ciudad con la caravana.
Queremos pasar la noche en la playa, por lo que nos dirigimos a la playa de Quiaios. Antes paramos en Figueira da Foz donde paseamos y cenamos en un cutre bar frente al casino donde estaba reunido todo el pueblo. Pedimos Francesinha para probarlo pero no nos gustó nada, es como un sándwich con pollo, salchichas y queso, hasta ahí muy bien, pero regado con una salsa que no nos gustó nada. Y luego cada uno un plato de bacalao que estaba bien rico. Llegamos ya de noche a la playa, por lo que no podemos disfrutar de su hermosura hasta la mañana siguiente. Cuando salimos de la caravana nos dirigimos hacia las dunas. Las playas con dunas están protegidas y para evitar que la gente pase por las dunas han puesto unas pasarelas de madera que recorren todo el largo de la playa. La vista es espectacular, kilómetros de playa virgen a izquierda y derecha de arena limpia y en frente un manso océano Atlántico con un brillante color azul.
Dejamos que Ayla corra por la playa a su antojo y que disfrute y se canse haciendo agujeros en la arena.
Después de disfrutar un par de horas de playa emprendemos camino.
Nuestro destino para el sábado es Aveiro, conocida como “la pequeña Venecia” por sus canales y sus “góndolas” Antes de visitar la ciudad nos dirigimos a la playa de Barra donde comemos un rico menú de caravana: arroz con tomate y cinta de lomo y pasamos la tarde paseando por la playa y disfrutando de un hermoso atardecer, donde el sol se perdía en el mar dejándonos un cielo rojo con el que disfrutar haciendo fotos.
Una vez que se ha metido el sol nos dirigimos a Aveiro. Paseamos por la ciudad callejeando por el barrio de los pescadores y el barrio antiguo, pasando por los puentes que cruzan los canales, visitando el centro comercial compramos el dulce típico del lugar: los ovos moles, que no son más que hostias con diferentes formas rellenas de yema. Finalmente decidimos cenar en un restaurante: deliciosas almejas con una salsa riquísima, unos extraños mejillones con la cáscara de color verde radiactivo, y de segundo bacalao. Estaba todo muy rico pero las raciones eran tan grandes que no lo podemos terminar.
Después volvemos con la caravana a la playa de Barra, donde pasaremos la noche.
Cuando nos despertamos nos damos un último paseo por la playa antes de emprender camino a Madrid, ya es el último día de viaje y todos queremos disfrutar hasta el último momento de esas paradisíacas playas.
Nos detenemos en el alto del faro para hacer las últimas fotos del mar y de las playas, un grupo de chicos con sus tablas de body board disfrutan de las pocas olas con que se ha despertado el atlántico.
Y aquí ya ponemos rumbo hacia España. Calculamos que a la hora de comer podemos estar en Salamanca. Y como a mí me apetecía mucho conocer Ciudad Rodrigo decidimos parar allí para hacer una rápida visita. En la plaza mayor Ayla se encuentra con un amiguito suyo, un cachorrito de Golden Retriever de 3 meses con el que juega un rato.
Tras visitar la cuidad, que me desilusionó después de haber visto pueblos tan bonitos en Portugal, nos dirigimos a Diosleguarde, un pequeño pueblo que Marina y Carlos conocen donde hay un restaurante donde sólo se come tostón (cochifrito) chuletitas de cordero y chuletones, y una exquisita ensalada regada con una mezcla de aceite al ajo y vinagre para chuparse los dedos.
Después de comer nos colocamos bajo el cartel que anuncia el pueblo de Diosleguarde y hacemos una foto de grupo con la caravana de fondo, más de 20 tomas hay que hacer hasta que sale la buena, que santa paciencia…
Y a las 21:00 llegamos a Colmenar, donde habíamos empezado nuestra aventura y donde rápidamente recogemos y limpiamos la caravana con la cabeza llena de recuerdos.
Aunque en principio habíamos planeado llegar a Finisterre no hicimos ni la cuarta parte del camino, pero a ninguno nos importa, lo hemos disfrutado muchísmo.

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